A finales de 1886 un incendio destruyó por completo
el palacio Episcopal de Astorga. Como esta población no tenía arquitecto
diocesano, el obispo Grau decidió encargar a su amigo Gaudí la
construcción de una nueva sede episcopal justo al lado de la Catedral,
encima de la muralla.
La relación entre Grau y Gaudí se inició años antes cuando el obispo,
siendo Vicario general de la archidiócesis de Tarragona, inauguró la
capilla, con altar diseñado por Gaudí, del colegio de Jesús-María, donde
se encontraba internada Rosita Egea, la enferma sobrina del arquitecto.
En los seis años que duraron las obras y durante las estancias de Gaudí
en Astorga, ambos mantuvieron interesantes diálogos sobre la reforma
litúrgica que creían que necesitaba la Iglesia.
Cuando recibió el encargo, en 1887, Gaudí se encontraba terminando el
Palau Güell y no disponía del tiempo necesario para viajar hasta el
lugar, por lo que pidió al prelado que le mandara fotografías e
información del entorno para poder preparar un proyecto acorde con la
arquitectura de los alrededores.
Una vez estudiada la documentación, Gaudí dibujó los planos y los mandó a
Astorga. El obispo Grau quedó muy contento con los planos recibidos y
se iniciaron los trámites para su aprobación administrativa, puesto que
al ser un edificio eclesiástico dependía del Ministerio de Gracia y
Justicia. Después de varias modificaciones, el proyecto fue aprobado en
febrero de 1889. La colocación de la primera piedra no se hizo esperar y
se realizó el 24 de Junio del mismo año.
Gaudí decidió contratar operarios y albañiles catalanes para estar
seguro que durante los períodos en que él estuviese en Barcelona se
interpretaran correctamente sus ideas.
Se cuenta que los tres grandes arcos abocinados de piedra del pórtico
de entrada no se consiguieron alzar en su lugar hasta que Gaudí ayudó
con sus propias manos a los obreros que lo habían intentado ya en dos
anteriores veces.
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